Alec posee una personalidad retorcida por el odio, bastante fría y calculadora, no hay nada que no medite dos veces y que no piense como acabarlo. Tiene absolutamente todo planificado y es muy estricto con la norma vigente para los vampiros, es un fiel servidor de los Vulturi y a pesar de que sus capacidades se extienden más allá que las de su hermana Jane, prefiere no tener tanta diferencia de opinión con ella. Es un vampiro completamente malvado, no posee contemplaciones con absolutamente nadie y está al acecho de más de una persona esperando que caigan en algún leve rompimiento de la regla, una simple torcedura del tobillo metafórico de lo que está correcto hacer para matarlo. Después de todo, es una de sus actividades favoritas.

Su risa y su vida se ven infundadas en una doctrina completamente sarcástica que inspira escalofríos y miedo, pues su pasado le enseñó que debe desconfiar de la gente, ya que desde niño fue considerado “Demasiado peligroso y raro”.

Al igual que Jane fue relegado de las personas más cercanas a él. Eso en un comienzo, luego fue relegado de todo el mundo en absoluto, no había un alma en el pueblo maldito de San Estevo que quisiera andar cerca de niños endemoniados como estos, no en tiempos de la inquisición, donde todo el mundo era muy supersticioso y los encontrarían culpables de brujería en un santiamén.

Todo comenzó con su hermana, a la que su madre le tenía un miedo atroz, Jane fue alejada de todos los miembros de la familia, incluído él, que inmediatamente intuyó el peligro que corría, por lo que decidió ocultar su don de dominio a extraños.

Los contantes gritos y peleas entre su padre y madre sobre el futuro de su hermana, fueron el detonante para que Alec plasmara su enojo y así sus “cualidades”, que cuando eran humanos no tenían el mismo efecto que ahora en su conversión.

Pasados los meses ambos fueron presa de martirios irracionales: exorcismos, encierros sin comida, confesiones absurdas y miles de remedios caseros en contra de su salud y voluntad, Alec no aguantaba más, y fue enjuiciado y condenado a la hoguera junto a su hermana en aras de la edad media, el peor episodio de toda europa.

Hasta que un día, fueron condenados a la terrible muerte. Después de todo así no le harían más "daño" a nadie. Todo estaba listo para matarlos desde hace meses, solo era cuestión de esperar la orden que les diera el descanso eterno, ya el pueblo había agradecido el momento, habían montado hogueras, crucifijos, mazas, espadas, cualquier objeto torturador y purificado en caso de la presentación de la brujería de los dos niños. Sin embargo este plan se vio trucado tan rápido como comenzó debido a que Aro, el líder de los Vulturis con un conocimiento mayor del mundo y con un ojo avaro de lo que podría hacer con estas habilidades, decidió rescatar a sus dos prospectos de chiquillos de la muerte, asesinando así a todo el pueblo.

Para cuando quiso salvarlos ya era demasiado tarde, era ese momento o nunca. Estaban demasiado heridos para ser convertidos luego, por lo que sin más opción Aro los convirtió, dándole así vida eterna a la pesadilla de cualquier vampiro, lo que pronto todos conocerían como los gemelos brujos arrazarían con clanes irreverentes que no se ajustaran a la ley y agradecería todo aquel Vulturi que luego del acontecimiento podrían entonces consolidarse como los únicos reyes de todos los vampiros del mundo.