Otro día en esta escuela, otra tormenta a la que sobrevivir. A veces esta escuela lograba darme tremendos dolores de cabeza. En especial las personas que iban allí, algunos demasiado tímidos, otros demasiado interesados, otros que sólo se juntaban contigo por el interés, luego estaban los que eran medio normales pero no lo suficientemente extraños para ser tus amigos. De alguna forma no me lograba identificar. Ya había hecho algunas amistades, eso sí, pero nada muy serio.

La peor parte de todo se encontraba en el almuerzo. No me ubicaba en ningún lugar y comer sola no era exactamente el paraíso, pero era mucho mejor que comer junto a un montón de extraños contando chistes que tu no entendías. Mi vida últimamente se había vuelto muy rutinaria.

Despertar, caminar a la escuela bajo la lluvia cuando sólo chispeaba o ir en coche cuando llovía muy fuerte, luego ir a mis respectivas clases y volver a casa, en donde nadie me esperaba. Si bien dicen que la rutina te termina volviendo loco, lo que estaba haciendo en mí era de otro nivel.

Pero nada era peor que cuando me encontraba en las mañanas con esa chica. Amelia Gautier. Mejor conocida como mi dolor de cabeza andante. Los días que si venía a la escuela y en los que me tocaba clases junto a ella eran totalmente desesperantes. Por alguna razón lo único que teníamos en común era nuestro continuo afán de odiarnos la una a la otra. Era la típica chica problema y yo era la típica chica que no se dejaba pisotear. Pero claro, todos teníamos un límite, a veces me tenía que rendir y alejarme de ella antes de hacer algo estúpido como sacarle la cabeza con los dientes.

Así que esta era la última clase del día, la de deportes, y desgraciadamente la que compartía con Amelia. Me senté en la banca luego de haberme cambiado, el uniforme me quedaba muy grande y se me veía terrible, traté de pasar desapercibida ya que era, naturalmente, lo que se me daba mejor. Hoy no quería peleas.

Este pueblo era un asco, lo había sabido desde el primer momento que había pisado este lugar. Era demasiado frio y los habitantes eran pocos y poco interesantes lo que resumía este lugar a mi infierno en tierra. Aparte de que aun estaba de duelo por lo de mi padre, tenía que aguantarme a mi madre y sus problemas y no conseguía drogas fácilmente ¿Qué podría ser peor? Ah claro, los chicos estaban totalmente interesados ya que yo era la novedad pero a mí en cambio no me había llegado a llamar la atención ninguno, eran tan de pueblo y tontos.

Mis días en el instituto eran aburridos, siempre estaba en la mesa con los chicos y chicas populares y por mi forma de ser sobresalía y era el centro de atención sin embargo yo me sentía sola, como siempre, aunque para mí la apariencia era lo que más importaba, no el cómo me sentía, así que así sobrevivía mi condena.

Conduje hasta el instituto como normalmente lo hacía escuchando música a todo volumen y tarareando algunas canciones, la verdad es que tenía la esperanza de que este día no fuera tan aburrido como los demás, igual tenia clase de deportes y eso me motivaba ya que yo era muy buena en ella y siempre tenía muy buena nota, además me entretenía y me olvidaba de que estaba atascada en este lugar.

Además de las clases de deporte que me encantaban tenía otra razón para ir al instituto y era esta chica Nicole, amaba molestarla, estaba segurísima de que ella me odiaba y el sentimiento era mutuo ya que desde el primer día que la conocí me había desagradado de inmediato, la gente como ella me molestaba y yo como siempre me dedicaba a hacerles la vida imposible, esa era mi especialidad. Las clases se me hicieron largas y aburridas hasta que al fin llego la clase que yo estaba esperando tanto, la clase en la que era la mejor y no solo eso, la clase que compartía con Nicole, en la cual la molestaría, como siempre.

-Valla que te ves horrible con ese uniforme, bueno, en realidad siempre, pero eres tan pequeña que no hay nada de tu talla…- Dije entrando al gimnasio y burlándome de la pinta de la chica.

Mientras estaba allí sentada y veía a los alumnos caminar en frente mío me di cuenta de que el día de hoy sería terrible. ¿Por qué? Al maestro no se le había ocurrido otra cosa que sacar los balones y ponerlos a jugar quemados. Mejor conocido como el peor juego de la historia si eras alguien como yo. Era pequeña y tenía problemas para el deporte. Mis padres nunca me habían inscrito en ningun deporte de pequeña, ellos se dedicaron a educarme con la música y las actividades dentro de puertas.

En momentos como estos odiaba mi misero destino. Recordaba la vez que jugué ese juego en la escuela de Inglaterra. Yo era más reconocida allá que acá, y por supuesto nadie me odiaba tanto como para quererme matar con un balón. Pero a pesar de eso, una pelota aterrizó directo en mi cara y terminé sangrando por todo el lugar. Era patético y un poco embarazoso. Si eso llegara a pasar aquí estaría muerta, sería el hazmereir de todos y no me la acabaría para todo el año.

En especial por que estaba Amelia allí, quién llegó más radiante que nunca y con las ganas de moelstarme brillando en sus ojos. Se notaba que esa chica no tenía nada más interesante que hacer. Se burló de mi complexión. Sí, era un poco pequeña, pero ella no se quedaba atrás.-Que gracioso Amelia.-Dije irónicamente. De una forma u otra, estaba segura de que ella era mil veces mejor en los deportes que yo. O no, tal vez de tantos cigarros ya estaba oxidada por dentro y se quedaba sin aire. Rogué al cielo por que así fuera.

-Chicos, hagan equipos.-Gritó el entrenador a todos. Yo busqué a una de las chicas que se habían acercado el otro día para hablarme y le pregunté si podía quedarme con ella. Me miró de arriba abajo y no le quedó otra opción más que aceptarme.-Lo siento, yo tampoco me elegiría.-Le dije siendo sincera. Ella sonrió, era amable y no le importaba tanto. Pero todos querían ganar. Mi plan era quedarme en la esquina y no dejar que nadie me golpeara con el balón; o en su defecto, que alguien me golpeara rápido para salir del juego de una vez.

Pero ese no era el plan de los demás. Me pusieron al frente, supongo que por que todos querían protegerse de alguna forma y sabían que yo iba a ser la primer en caer. Y allí estábamos, cara a cara Amelia y yo. Sabía que estaba muerta pero al menos trataría de dar lo mejor de mí.

Al entrar y solo fijarme en Nicole no me había dado cuenta que había una larga fila de balones dispuestos para jugar pero la chica que estaba al lado mío me codeo sonriente y dirigió su mirada a los balones, yo no pude más que sonreír satisfecha, no solo era la mejor de la clase sino que también Nicole era la peor lo que me daba una ventaja significativa sobre ella en esta clase lo cual hacia más fácil mi objetivo de aplastarla ¿Qué buscaba yo? Que ella no volviera al instituto nunca. ¿Por qué? No lo sabía, pero siempre que alguien no me agradaba mi meta era destruir a esa persona hasta que no le quedaran ganas ni siquiera de vivir.

Note como la chica miraba los balones aterrada, si, ella era pésima en los deportes y hoy se lo demostraría yo a todo el mundo dejándola en ridículo delante de la mayor cantidad de gente posible. Yo tenía muy buena puntería y mi objetivo se había vuelto dejarla sangrando o al borde de la muerte, la verdad es que ni me importaba, a mí nunca me habían importado las demás personas y si les hacía daño o no me tenia sin cuidado y más cuando las personas eran como Nicole, ella como todos debían rendirse ante mí, no tratar de hacerme la lucha, eso estaba mal, ella estaba mal pero hoy le daría una lección que nunca en su vida olvidaría, la destruiría.

“Que gracioso Amelia” Fue lo único que Nicole respondió ante mi pequeño insulto y yo solo sonreí con desdén, iba a seguir jodiendola pero en ese momento el profesor nos llamo para que nos formáramos y le prestáramos atención, íbamos a jugar quemados y yo no podría estar más contenta, definitivamente este si era mi día. ¿Qué me podían hacer si la golpeaba bien fuerte en el juego? Seguramente me darían unas horas de castigo pero eso no era nuevo ya que desde que había pisado este pueblo me la pasaba castigada por todo, yo era una chica problema que necesitaba control pero aun nadie había encontrado la forma de controlarme y seguro tampoco la encontrarían porque era algo inexistente.

Hice equipo con una de las chicas que siempre me seguía, ella estaba encanta y en mi equipo me nombraron la capitana, como siempre, ellos querían ganar y sabían que yo los llevaría a la victoria. Nicole de milagro encontró equipo pero estos no la dejaron hacerse atrás de todos sino que la pusieron en frente, era la carnada, y yo era la primera en lanzar, estaba frente a ella mirándola fijamente y con odio, no podía dejar escapar esta tremenda oportunidad. Tome el balón, lo deje rebotar unas cuantas veces y puse la mejor mirada inocente que tenia y lo tire con fuerza a darle en la cara a la chica que tan mal me caia.

La cara de Amelia me dejaba saber que no iba a salir viva de allí. Su expresión de perra esperando a que empezara aquella batalla. Quería escapar, no sabía realmente qué tan loca estaba Amelia. ¿Qué tal si se tomaba muy enserio su papel de verdugo? Estaba segura de que eso era lo que ella quería. Y yo quería escapar. Estaba harta de todo esto. Respiré profundo. El entrenador utilizó su silbato y empezó la guerra. Varios balones salieron de todas partes contra el otro equipo.

Para mí todos se movían en cámara lenta, lo primero que vi fue a Amelia tirarme su balón, sentí como me rozaba en la cara. Por suerte me había movido un poco, ya que no era tan rápida para esquivarlo, y no me había pegado más que en la mejilla, pero de todas formas dolía. Estaba segura de que me había raspado. Me tomé la cara con la mano y miré a Amelia con odio. Esto era la guerra y no sólo deportivamente. No me importaba si ya me había sacado del juego, tenía que responder a aquello. De repente todo el odio que tenía se acumuló. Estaba harta de Amelia y de todos los que me habían subestimado antes.

-De acuerdo, creo que ya fue suficiente.-Me abalancé sobre Amelia y pude tirarla al suelo. No estaba segura de qué quería hacer, pero la tomé del cabello y jalé de él. Era extraño, yo nunca me había peleado con nadie, era la niña más pacifica que pudiese existir, pero hasta mi paciencia tenía un límite. Y este había sido su límite. Amelia ya me había molestado demasiado, merecía un poco de su propia medicina. Sabía que ella era más fuerte y que no dudaría en golpearme, pero quería al menos sentir que la tomé desprevenida. Y así fue.

Todos dejaron de jugar para vernos a las dos peleando sobre el suelo del gimnasio. Se armó un gran circulo cerca de nosotros de estudiantes curiosos. Aunque otros también se quedaron jugando y otros sólo se quedaron parados en su sitio. Yo no podía verlos a ellos, sólo miraba con odio a Amelia y trataba de mantenerme en esa posición con su cabello entre mis manos. Tratando de que no me golpeara. Estaba muerta, Amelia me iba a hacer mierda. Pero no importaba. De todas formas mi vida ya era un desastre. Si llegaba a matarme hoy o no, eso ya ni siquiera importaba, me haría un favor.

Podía escuchar al maestro gritando desde lo lejos. Se me había olvidado por completo aquello. Genial, también iba a estar castigada. Y lo peor es que había caído en su juego, al final yo había sido la que había empezado la pelea ¿No? Pensé en mentir pero ¿De qué me serviría eso? Tal vez si Amelia me seguía el juego ella también tendría la culpa. Así que me solté y dejé que hiciera lo que quisiera, esperando algún golpe o algo incluso peor.

Todo paso en cámara lenta, el balón que tan bien había dirigido a su rostro se desvió apenas tocando su mejilla pero logre que la lastimara ya que este la raspo un poco, sonreí victoriosa mirándola con todo mi odio, ella ya estaba fuera del juego y no había forma de que se vengara de mi con un balón. Yo me movía con rapidez esquivando muy bien cada balón que iba dirigido a mí, yo era el blanco predilecto por los demás ya que muchos me odiaban y no solo eso sino que yo era la mejor jugadora y la que más posibilidades tenia de llevar a su equipo a la victoria.

Mire a Nicle de nuevo, ella se estaba tocando su mejilla y mirándome con odio, yo había ganado esta vez, como siempre y eso la debía tener furiosa, además tenía un brillo algo psicópata en sus ojos, lo reconocía porque yo siempre lo tenía pero en ella era algo inesperado. Yo era una perra con ella y por más que fuera buena en los deportes nunca pude prever lo que iba a pasar. “De acuerdo, creo que ya fue suficiente.” En ese momento pensé que ella se daría media vuelta y se iría a hablar con el director o a hacer esa tipo de cosas que las chicas como ella hacían, pero no, en un abrir y cerrar de ojos yo me encontraba tirada en el suelo con ella sobre mí.

Ella comenzó a jalar de mi cabello con fuerza y los primeros segundos que se me hicieron eternos estuve sorprendida, ella no era ese tipo de chicas para nada y el que yo hubiera colmado su paciencia me hacía sentir muy satisfecha. Por otra parte no sabía qué hacer, ella era la que había iniciado la pelea y yo era la victima así que podría dejarla atacarme y salir triunfal o podría simplemente arrancarle el rostro…Y me conocía muy bien como para saber lo que terminaría haciendo, yo no iba a desaprovechar esta oportunidad, la iba a matar allí mismo delante de todos o al menos la dejaría en coma porque a mi Amelia Gautier nadie me tocaba.

Todos en un segundo nos rodearon con el típico canto “Pelea, pelea, pelea” Los ignore y en ese momento me concentre en atacarla, saque mis uñas y comencé a enterrarlas en su cabeza mientras jalaba su cabello y sin dudarlo ni un segundo mordí su brazo como si fuera a arrancarle la piel, yo a diferencia de ella tenía mucha experiencia en las peleas ya que bueno, no era una santa y siempre había tenido problemas con otras chicas lo cual me daba una ventaja. Tome toda mi fuerza y la ubique a ella debajo de mi con dificultad mientras trataba de deshacerme de sus manos y comenzaba a ahorcarla y a tratar de que su cabeza golpeara el suelo repetidas veces, iba a acabar con ella y no me importaba nada, igual el castigo no sería tan fuerte para mí como para ella ya que ella sorpresivamente era la que había iniciado la pelea.

Ella dejo de luchar, seguro se quería hacer la victima pero para todos estaba claro que la que había iniciado era ella aunque yo fuera la que la hubiera golpeado mas, pensé en dejarle un ojo morado pero eso solo me haría ver a mi mas culpable, suspire y no opuse mucha resistencia cuando sentí las manos de un profesor que venía a separarnos. –Perra- escupí mis palabras con ira mientras la veía a ella en el suelo casi inconsciente.

Ella me mordió. Yo me exhalé ante su mordida. ¿Qué mierdas estaba haciendo? ¿Qué acaso ahora también de idiota era caníbal? Seguí enfocada en tratar de alejarme de sus manos para que no me pegara pero era difícil. La única confortación era que la había logrado tomar de sorpresa. De resto, bueno, estaba más o menos muerta. Me dolía el brazo, me ardía, de hecho estaba segura de que me había hecho sangrar. Pero eso no fue la peor parte.

Luego de un rato ella me logró tumbar en el suelo y estrelló mi cabeza contra él. Por unos segundos pude jurar que había perdido el conocimiento y todo se volvió negro. Todo me dolía, pero al menos ya no habían golpes. Mis ojos se cerraros y lo único que sentía era el frío del piso contra mi piel. Estaba realmente inconsciente. Escuchaba gritos a lo lejos. Al entrenador, gritando muy cerca de mí. Me tomó entre sus brazos y me alzó en el aire. Sí, aún no estaba inconsciente del todo. Al parecer una parte de mí estaba aún despierta. Y aunque no pudiera abrir los ojos, si podía escuchar y sentir lo que ocurría.

Mucha gente murmuraba en aquel lugar. Pero pronto dejé de escuchar aquellos susurros, cada que nos alejábamos del gimnasio sentía que caía cada vez más en la inconsciencia. "Despierta Nicole", me dije a mi misma en pensamientos, "Tienes que quedarte despierta". Sabía que era sólo yo misma tratando de no sufrir un colapso cerebral allí mismo. En ese momento supe que tenía que mantenerme viva, no por mí, por mis tíos. ¿Iba a ayudar de algo que luego de haber perdido a su hermana mi tía perdiera también a su nueva hija? No, de seguro no. Y aunque a veces los odiaba tenía que admitir que mis tíos se preocupaban por lo que me ocurriera.

Supuse que llegué a la enfermería. El olor a alcohol y a farmacéuticos era inminente. Me acostaron en una cama fría y sin sábanas. La enfermera gritaba desesperada. Sentía la sangre salir de varias partes de mi cuerpo. No me sentía para nada bien en ese momento. Pero agradecía el hecho de estar medio inconsciente, no tenía que enfrentar las miradas escandalizadas.

-¿Qué ocurrió?-Escuché con más claridad a la enfermera. Ella me acercó un algodón con alcohol a la nariz y yo, inmediatamente, tosí en señal de rechazo. Y luego de unos segundos volví a abrir mis ojos. En la habitación se encontraba el entrenador, quién estaba totalmente alterado, y Amelia, a quién probablemente habían traido a rastras. Realmente desearía que no estuviera aquí ahora mismo.

La enfermera empezó por mi cabeza, me volteó y aplicó el alcohol que me hizo gritar casi al punto de que me salieran las lágrimas. Luego de eso se dedicó a revisar la herida. Al parecer no era nada tan profundo así que solo me puso unas vendas en el cuello, en donde tenía arañazos, y pomada en las partes de la cabeza que sangraban. De último miró mi brazo y movió la cabeza en señal de desaprobación.-A esto si le vamos a tener que poner puntos.-Dijo un poco preocupada.

!Oh, genial¡, ahora cuando llegara de la escuela mis tíos harían todo un dilema acerca de eso. Si no es que ya se encontraban en camino a la escuela. Algo malo de ser hija de multimillonarios, tenian el ego más grande del mundo y creían que podían arreglar todo con dinero. Mis tíos eran así, probablemente le pagarían una buena cantidad al entrenador para que no sufriera castigo alguno. Mala suerte que no pensé en eso antes de rendirme ante Amelia, tal vez hubiera gozado un poco más del momento. Pero estaba bastante dañada ahora.

La enfermera le pidió a los visitantes que se sentaran mientras ella me cosia. Aquello no me agradaba ni un poco. Ella aplicó anestecia, lo que me tranquilizó por completo. Ya no sentía el dolor de mi brazo. Cosió la herida de mi brazo, aunque yo aún pensaba que era superficial, y se sorprendió al ver las marcas en mis muñecas.

-¿Qué es esto?-Preguntó curiosa. Yo escondí mi mano.-No es nada, eso no es parte de lo que pasó aquí.-Dije severa con la poca voz que me quedaba. Ella no tenía que saber acerca de mi problema con los filos. Y esas cicatrices eran de hace unos meses, ya no importaban, no lo había hecho más. El entrenador seguía sin decir nada, pero estaba segura de que el sabía tanto como yo que Amelia era un monstruo. El caso era qué iba a hacer al respecto. Yo había comenzado la pelea, era cierto, pero ella me había dejado mucho peor.

-¿La señorita no tiene nada?-Preguntó la enfermera refiriéndose a Amelia. Yo escuché con atención, esperaba al menos haberle hecho un cuarto de dolor de lo que ella me había hecho pasar a mí.

Yo estaba segura de que en ese momento Nicole se estaba retorciendo de dolor gracias a todas las heridas que yo le había logrado hacer y también se estaba arrepintiendo de haberme provocado ¿Creía ella que yo no me defendería? Yo por lo único que me preocupaba era por mi misma así que nunca dejaría que nadie me tocara, menos si era ella, la chica que más odiaba en este instituto asqueroso. Yo había logrado morderla, sabía que eso era lo más grave que ella tendría ya que había evitado ponerle el ojo morado aunque ganas no me habían faltado, por mi la hubiera dejado sin dientes de haberme dado la oportunidad y no haberme metido en problemas pero estaba segura de que ya estaba hasta el fondo en esto.

Los golpes que le había dado en la cabeza habían dejado a la muchachita inconsciente, yo sabía que estaba loca y era medio psicópata, bueno, no medio, yo era una total psicópata y sabia que la había podido matar y en el fondo no me hubiera molestado, una vida menos de la que ocuparme y hacer miserable. Una leve presión de más en su cuello, un golpe más fuerte en la cabeza y listo, se acababa el problema de la niña miserable y el mí teniendo que aguantarla todos los días de mi horrible existencia. El entrenador la tomo en sus brazos como si ella fuera la victima ahí, y bueno, en el fondo yo sabía que ella lo era ya que yo la había dejado al borde de la muerte o al menos del colapso pero ella había iniciado, y se lo agradecía porque hace días tenía ganas de hacer algo como eso y ella me había dado el motivo perfecto.

Sabía que nos llevarían a la enfermería y nos revisarían, saque la navaja de mi bolsillo y la tire lejos ya que no deseaba que me consideraran la peligrosa aunque en verdad lo fuera, igual eso era algo que ya todos sabían o sospechaban pero no dejaría que confirmaran nada, sería una mosquita muerta hipócrita y me haría la víctima. Mientras caminaba detrás del entrenador camino a la enfermería comencé a aruñar mi piel como si fueran marcas de lo que Nicole me había hecho, desarregle mas mi cabello y seguía enterrando mis uñas con fuerza en mi piel, seguro me saldrían morados pero no me importaba, yo llevaría el teatro hasta el punto máximo.

Llegamos al lugar, la enfermera me hizo sentar en una silla y a la víctima y buena Nicole la acostaron en una camilla, me quede en silencio admirando mi obra de arte, la había vuelto mierda literalmente ya que estaba despeinada, tenia morados y había sangre en varias partes de su cuerpo. Escondí mi sonrisa de satisfacción ya que no quería que nadie me descubriera pero no podía dejar de admirar como había quedado la chica, definitivamente yo había ganado, y bueno, eso lo hubiera sabido antes de empezar ya que pocas chicas tendrían oportunidad contra mí pero Nicole sí que tenía menos oportunidades.

“¿Que ocurrió?” Oh sí, yo podía decir una y mil veces lo que había ocurrido en el gimnasio ya que se me llenaría la boca alabándome y diciendo como yo era solo la victima que había sido atacada por sorpresa. –Ella me ataco, yo estaba desprevenida después de jugar quemados y ella se abalanzo sobre mi dejándome en el suelo casi inconsciente- Esa última parte era mentira pero yo seguiría en mi juego de salir bien librada de esto cuésteme lo que me cueste. –Y pues cuando reaccione me defendía, como cualquier ser humano o animal que es atacado haría ¿Pueden culparme? – Dije con cara inocente.

La enfermera seguía revisando a la chica pero estaba segura de que me había escuchado, tampoco le agradaba a ella ¿Y qué? Ella no era nadie importante aquí. El entrenador se quedo en silencio, seguro tampoco me creía en parte pero el sabia que la mayoría de cosas que yo había dicho eran ciertas y que aunque yo no le agradara a muchos alumnos estos testificarían a mi favor por el solo hecho de meterse en el chisme. Nicole comenzó a gritar de dolor y yo de nuevo reprimí esa sonrisa de satisfacción. “A esto si le vamos a tener que poner puntos.” Wow, que buen trabajo había hecho yo hasta llegar al punto de que ella necesitara puntos, definitivamente estaba muy orgullosa de lo que había hecho y nadie me quitaría ese sentimiento.

Yo estaba muy orgullosa en verdad de lo que había logrado destruyendo a esta niña pero estaba segura de que mi mamá me iba a matar, bueno, no tan literal ya que estaba segura de que ella me temía mas de lo que yo a ella, ya que para ella algo estaba mal conmigo y seguro creía que estaba endemoniada o algo lo cual yo usaba a mi favor para poder salirme con la mía y hacer lo que se me antojara pero esto seguro haría un escándalo en un pueblo tan pequeño como este y ella se sentiría avergonzada ¿Pero qué podía hacer? Yo no tenía más familia y tampoco había cometido crimen alguno así que no importaba lo mal que yo me hubiera comportado ella tendría que aguantarme unos años más, quizás tenia suerte y me mandaba a vivir sola a los Ángeles de nuevo.

La enfermera le pregunto a Nicole que era algo, yo llena de curiosidad y pensando que era algo que yo le había hecho y de lo cual me podía sentir orgullosa me levante un poco de mi silla y las vi, vi las marcas en sus muñecas, supe de inmediato lo que eran ya que yo tenía miles de ellas en cada brazo pero gracias a las pulseras que usaba lograba disimularlas un poco aunque tampoco me importaba, no era algo que me diera vergüenza, de hecho y extrañamente me hacía sentir especial y diferente lo cual hizo que me desagradara mas esta chica que ahora sabia que hacía lo mismo que yo. Bufe y gire la mirada concentrándome en la fina lluvia que caía por la ventana.

La enfermera llamo mi atención de inmediato preguntándome si ella me había hecho algo o no, la verdad es que solo me había halado un poco el cabello pero de ahí a mas no había pasado nada, igual extendí mis manos y me mostré los rasguños que me había hecho yo misma, estaba segura de que Nicole sabría que no los había hecho ella pero los demás no.

Lo que pasaba en la habitación era exhorto a mí, estaba un poco ida y , sinceramente, no me importaba lo que estuviera pasando tampoco. Me quería ir de allí. Sabía que después de lo de hoy iba a ser muy difícil que volviera a la escuela, mis tíos probablemente, y como ya había presumido, harían un escándalo de este incidente. Si es que no terminaba en un avión sin vuelta a Inglaterra. Odiaba aquello. Pensé en simplemente prometerles que no me acercaría más a la escuela, tal vez entonces dejarían todo en paz. Ser educado en el hogar no era tan malo después de todo. No tendría que tratar con gente falsa ni chicas pesadas como Amelia.

La pregunta de la enfermera fue contestada con el silencio. Pero en ese momento yo estaba muy distraída en mi propio dolor como para darme cuenta de los rasguños en sus manos y de la manera en que los mostraba en el aire. La enfermera fue caminando hacia Amelia, lo que hizo que yo me levantara un poco en mi asiento para verla también. Ahí en donde ella aclamaba mi daño habían unos rasguños, diminutos comparados con mis heridas, lo suficientemente profundos para merecer un castigo. Pero definitivamente, no era ni la cuarta parte de lo que me ocurría a mi. Ya ni siquiera estaba viendo quién había salido peor, sólo quería salir de allí.

Estaba agradecida de que mi cara estuviera intacta, así sería más fácil disimular las heridas frente a los demás. ¿Qué había hecho? Yo no era de esas chicas que se peleaban en el gimnasio. ¿En qué me había convertido?

Fue en ese momento en el que me di cuenta de que todo esto se me había ido de las manos. Recordé la conversación con mis tíos días atrás, en la que me dijeron que me mandarían con un psicólogo por que sufría de depresión. Tal vez si tenía algo, tal vez estaba reprimiendo demasiado mis sentimientos últimamente. Hoy había explotado ¿Cuando fue la última vez que lloré? ¿Por qué no había llorado cuando mis padres murieron? ¿Por qué sentía que estaba en un estado de nubosidad mental todo el tiempo?

Y por último le di una mirada a mis muñecas. La última vez que había hecho aquello fue hace dos meses, en Inglaterra, ese día casi me había desangrado en la tina del baño mientras me daba un baño nocturno. Y la señora de servicios sociales dijo que necesitaba encontrar a alguien que me cuidara lo antes posible. Fue entonces cuando mis tíos me encontraron o, mejor dicho, cuando yo los encontré a ellos. Ellos nunca se imaginaron que cuidarme les iba a dar tantos problemas. Sus vidas ocupadas no me merecían.

Miré a Amelia, ella no era más que una niña tonta con el complejo de superioridad más grande del mundo. Probablemente no se sabía ni la mitad del abecedario pero se conocía de atrás para adelante las marcas de cigarros más confortantes del país. Y sí, estaba bastante loca. Eso no era de dudarse. Pero ¿Yo qué hacía allí poniéndome a su altura? Me dije a mi misma que por fin había tenido mi llamada de alerta y esta había sido. Tenía que detener mi vida y encarrilarla de nuevo. No podía dejar que esa opresión me cruzara el pecho cada vez que pasaba un nuevo día.

Pero claro, todo era más fácil en palabras que en hechos.

-Lo siento, Amelia.-Dije rápidamente y tosí. Sólo decía aquello por que el entrenador se encontraba allí, realmente no lo sentía. Tenía un poco de sangre en la boca, me la tragué para empezar a hablar de nuevo. Sabía a hierro pero en general no tenía un sabor tan horrible. La sangre me daba nauseas con sólo verla, no entendía como podía tragármela.-Profesor, señora.-Dije en susurros. Hablar no me costaba tanto pero los golpes en el suelo habían dejado heridas también en mi espalda y el moverme era algo insoportable.-Iré a casa, llamaré a mi chofer. No se molesten en castigarme, creo que es obvio que lo estoy. Y sí, yo empecé la pelea, es mi culpa.-Al decir esto sentí algun tipo de satisfacción. Tal vez no estaba bien sentirme feliz por eso pero me alegraba haber tenido las agallas para haberlo hecho. Creo que de ahora en adelante tenía que tener las mismas agallas para enfrentar lo que viniera de mi vida.

-Amelia, si necesitas ayuda médica, la pagaré. Sólo hazme llegar el recibo o lo que sea.-Me traté de levantar de la cama pero al mismo tiempo me di cuenta de que la cabeza me iba a explotar del dolor y de que estaba empezando a marearme.-Wow.-Dije derepente, la enfermera me tomó de un brazo, cosa que me pareció innecesaria, y luego me dijo que me sentara.-Necesito ir por mi teléfono al gimnasio.-Le dije con una sonrisa de lado.

El entrenador se ofreció a ir por mis cosas y nos dió una mirada a las dos con reprobación.-No quiero más dramas.-Dijo mientras se iba por la puerta. La enfermera se quedó allí, supuse que no creyó que pudieramos estar en paz, realmente agradecía que no se hubiera ido. Amelia tenía esa cara de "Yo no hice nada" cuando todos sabían que era una psicopata, no entendía el por qué de su actuación. Pero me dio igual, por que tenía otras cosas en mente.

-¿Necesitas que te lleve a algún lado?-Le pregunté a Amelia. No planeaba portarme bien con ella, no quería ser una más de sus amigas idiotas que la seguían a todas partes, esta era yo comportándome como la Nicole que era. Una chica que todavía, aunque la estuvieran a punto de matar, era demasiado amable como para no tratar de enmendar el daño.-Le puedo decir a mi chofer.- La miré de mala gana. Sinceramente esperaba que rechazara mi oferta en ese momento y se largara. Y con suerte esa sería la última vez que nos viéramos. Sólo unos minutos más y cuando el entrenador volviera todo sería perfecto.

-Y hablaba enserio sobre el los gastos médicos.-Le dije de mala gana.-Aunque sabemos que no tienes absolutamente nada.